Somos seres multidimensionales, y cuando trabajamos terapéuticamente, todas esas dimensiones deben ser sanadas, aunque un impacto en cualquiera de ellas se extiende con mayor o menor fuerza hacia las demás.
Así, un problema físico de enfermedad o dolor refleja que el cuerpo ha formado “nudos” en los puntos del cuerpo que guardan memoria del “susto”. Por ejemplo, miomas o problemas en los ovarios.

Dicho susto está conectado con alguna emoción fuerte (enojo, angustia, pánico, tristeza, etc) que surge puntual o crónicamente en la persona. En el ejemplo, puede deberse a sentir continuamente rechazos y quizá algún evento de rechazo puntual fuerte.

Si surge la emoción es porque hay una creencia que la alimenta, que hace que surja una y otra vez, y ésta proviene de patrones familiares repetitivos o alguna lealtad o juicio al linaje familiar. En el ejemplo, podría haber una idea de que tener hijos es peligroso, quizá la mamá fue rechazada por su papá por haberse embarazado en condiciones “inaceptables”.

Dicha creencia y emoción también suelen estar conectadas con experiencias de vidas anteriores, de manera que lo que quedó pendiente en una vida pasada para sanar en ésta, genera eventos que reproducen el mismo arquetipo y le dan continuidad al proceso de evolución del alma. En el ejemplo, la misma mujer pudo perder a sus hijos en otra vida generando una huella de dolor hacia la reproducción. En realidad no es tan importante si realmente sucedió aquello, sino si esa “película” refleja alegóricamente el tipo de sanación que la persona necesita.

Estas emociones y creencias que no queremos ver se conectan con experiencias de infancia. Todos vivimos experiencias similares en diferentes grados, pero dejan huella en la medida de nuestra necesidad de evolución o sanación del alma en cada arquetipo.

Un evento no es traumático por sí mismo, sino en la percepción del niño. No importa cuál fue la realidad objetiva, sino la realidad percibida. Dicha huella es como un niño asustado en nuestro interior, que está enojado, desesperado, angustiado… y esa es la Sombra Interna. En el ejemplo, quizá en el vientre materno o después el bebé sintió que no era deseado, que era rechazado, y sintió un gran abandono.

Entonces, los eventos traumáticos pueden ocasionar que una Sombra Externa (espíritu, energía) sea atraída y atrapada en nuestro cuerpo emocional/espiritual y desde ahí genere una interferencia en nuestra percepción, de manera que percibimos la realidad de acuerdo a la energía que se nos “ha pegado”. Por ejemplo, nos vinculamos con la energía de aquel abuelo que maldijo a su hija (y a toda su sangre, su descendencia) y quedó atrapado en su propia maldición sin trascender a la Luz.

Esto necesita de una RECONCILIACIÓN RITUAL para disolver esa creencia de ser siempre rechazada:

  • imaginar/sentir que aquel abuelo le pide perdón a su hija y se perdonan mutuamente,
  • dar luz al abuelo para que pueda trascender,
  • perdonar a papá por habernos rechazado en el vientre,
  • darnos a nosotros mismos el amor que faltó en el vientre materno,
  • perdonar y pedir perdón a quienes nos rechazaron durante esta vida, agradeciendo que nos mostraran lo que estaba pendiente,
  • tomar el dolor de aquella mujer que perdió a sus hijos y decirle que no tuvo la culpa, que ellos siguieron su destino y esas almas jóvenes no estaban preparadas para una vida “completa”.

 

Si esto lo hacemos en contacto físico con los nudos del cuerpo, se sentirá como cambian bajo nuestros dedos, cómo se deshacen, o puede ayudarse con una “cirugía espiritual” para extirpar la energía atrapada en esas memorias.