Alguien dijo: “todo en la vida es acerca del sexo, menos el sexo que es acerca del poder”.

Yo creo que es al revés: “el sexo manifiesta todas las batallas de nuestra vida, para aprender a soltar la lucha de poder y regresar al vínculo del amor”.

Hoy tuve la gran fortuna de conocer a un gran sexólogo, muy conectado a muchos niveles energéticos y espirituales, con una gran vocación por ayudar, y en muy poco tiempo de dio claridad sobre varios asuntos…

Una revelación fue que así como las mujeres tienen sus momentos en los que, por alguna razón, no están listas para el sexo, a los hombres también nos sucede. Pero cuando a un hombre le pasa, hay un gran juicio, culpa y sensaciones de inseguridad e impotencia. Pareciera que un hombre tiene que estar siempre dispuesto, debe poder demostrar su poder sexual en todo momento y ser un “campeón”. El precio de esa conducta es desconectarnos de nuestra esencia y la del otro, y empobrecer la sexualidad a la categoría de “máquina de placer físico” o simple desahogo.

Es un gran tesoro compartir la intimidad con una mujer que respete todo eso que sucede dentro de un hombre y que afecta su sexualidad sin tomárselo personal, como un rechazo, o interpretando un problema en la relación. De esa manera, esos procesos del hombre pueden ser vividos con naturalidad, liberarse, y dar paso a una relación más completa y conectada.

Me dijo que nuestro miembro también tiene su propia inteligencia, y sabe cuándo no es el momento de mezclar su propia energía con la de la mujer, con la de sus genitales que también tienen su propia inteligencia y se comunican por vías químicas, energéticas y espirituales. Que tenemos que respetarlo y que no nos está traicionando, sino necesitando ajustes y liberando memorias y otras cargas. Sintonizándose con lo que está sucediendo en cada momento a niveles muy inconscientes.

Me liberó saber que también él y su pareja sienten que, incluso durante su intimidad, surgen energías y emociones que surgen del pasado, de las personas que atendieron durante esos días, de las interacciones familiares, etc. Que también ellos sienten que necesitan darse una pausa durante algunos encuentros para que algo se acomode en su interior, respetando esos espacios con mucho cariño, amor y compasión.

Se dan cuenta de que a veces hay muchos pensamientos rebotando en uno u otro (o entre los dos) y que necesitan expresar algo que quedó atorado en los conflictos cotidianos entre ellos o con otras personas, para que esos pensamientos puedan liberarse y permitirles conectan con su esencia, su alegría, su presencia plena. Que a veces su energía está actuando para resolver alguna situación y no está disponible para el placer sexual (genital).

Compartimos la sensación de que a veces, en la intimidad, se están expresando personajes o memorias, se están representando situaciones que necesitan ser vividas, procesadas, transmutadas o simplemente aceptadas. Y que aceptar las sensaciones como son, la erección (o no erección) tal y como es, nos permite vincularnos con una profundidad mucho más placentera que la búsqueda de la satisfacción sexual genital.

Entender que cada persona, en la sexualidad, tiene su propia magia, su propia forma de compartirse y algo único que aporta y que transmite. Y esa magia de cada uno necesita ser descubierta, aceptada y valorada para no desgastarse intentando ser o dar lo que el otro espera, o lo que creemos que espera. Liberar cualquier idea de comparación con otras personas, con otros tiempos, con otras situaciones, y vivir el vínculo tal y como es en cada momento sin pretender que sea algo diferente a lo que simplemente ES.

Hablamos de cómo la sexualidad y la libido, o el impulso sexual (o asexual) en cada momento es la suma de muchas emociones y energías que se manifiestan y no necesitan ser controladas sino aceptadas. Que a veces la propia sexualidad responde a las emociones que la pareja viene cargando, y que resuenan con nuestras propias memorias y miedos. Y que ahí surge una maravillosa oportunidad para ser honestos desde un profundo cariño y entendimiento.

Entender que a veces hemos entregado el dominio de nuestra sexualidad a otra persona, pensando que es ella quien nos activa… cuando en realidad el otro solo está reaccionando a la alegría y el poder personal que uno mismo ya estaba manifestando. Que ese poder siempre fue propio, aunque el otro tuviera el poder de aceptarlo o rechazarlo y así pareciera que la activación sexual venía del otro.

Reconocer que el impulso sexual no siempre viene del vínculo, sino de las propias carencias, necesidades y proyecciones, y que eso también condiciona la respuesta del otro y la propia. Al reconocerlas, pueden ser nutridas en lo que realmente son, en lugar de ser desviadas y proyectadas en la sexualidad. Que lo importante no es el sexo, sino el encuentro mismo entre dos seres y sus historias (a veces más personas cuya energía está aún impregada en la nuestra) que tienen la oportunidad de reconciliarse a través del contacto amoroso, la contención, el respeto, la alegría y el placer.

Así como la relación amorosa de pareja va pasando por diferentes etapas mientras se van tocando diferentes cuestiones que están a cada vez mayor profundidad; así también la sexualidad construye su propia relación tocando ideas, creencias y emociones mientras se hace más profunda y alcanza un mayor grado de fusión de las energías y las almas, donde están guardadas memorias que se manifiestan para ser experimentadas y liberadas.

Entonces mi mensaje es: relájense y vivan su sexualidad tal y como es sin pretender que sea de otra manera, para que así pueda sanarse y conectarse a niveles de verdadero gozo. Y si se atoran en algún proceso busquen ayuda; pero no para tener grandes erecciones, sino para sanar aquello en ustedes que no se permite disfrutar el amor con todo su ser. Tu cuerpo no es el enemigo, sino el mensajero de algo que necesita ser visto y reconciliado.