En este tiempo de solidaridad, llega a mi mente el recuerdo de una de las visiones que hoy quiero compartirles. No pretende desmentir nada, sino simplemente sugerir una interpretación complementaria a ese pasaje del Nuevo Testamento que nos habla del milagro de la multiplicación de panes y peces el día de las Bienaventuranzas.

Antes que nada debemos recordar cómo era la sociedad de ese tiempo, rígidamente estructurada en capas sociales (como castas) que tenían prohibido tocarse entre ellas a riesgo de contaminarse, similar a la forma en que pensaban los blancos de los negros en los peores tiempos de racismo.

Sin embargo, familias de todos los extractos llegaban para escuchar al Maestro. Pasa el tiempo, todos están hipnotizados y emocionados por sus palabras, que llegan profundo al corazón y conmueven el alma en cada uno…

Entonces llega la hora de comer, y muchos no tenían comida… Los discípulos tenían lo justo para ellos: un pez y un pan para cada uno. El Maestro entonces, viendo a todas esas familias, indica a los suyos de forma que todos lo oyeran: tomen esta comida y repártanla a todos, hay más que suficiente!

Quiero pensar que el verdadero milagro se obró en la mirada del Maestro, abriendo el corazón de cada uno, para que todos siguieran su ejemplo: por supuesto que muchos ricos y acomodados tenían más que de sobra, y el Milagro es que ellos COMPARTIERAN su comida, que es su mesa, con aquellos que no tenían y que pertenecían a castas inferiores.

A mi entender, el Milagro de TRANSFORMAR CORAZONES, de abrirlos para poder sentirnos unos a otros en la mirada, en la presencia, como iguales y dignos, todos hermanos, todos una sola familia… Cualquier ilusionista de moda puede multiplicar panes y peces… pero el Maestro, puede abrir corazones! No cualquier corazón, no como ayudar al prójimo que perdió su casa, sino un llamado a transgredir las normas sociales, morales, religiosas y costumbres imperantes, en la necesidad de ser congruentes con la profunda Verdad de que todos somos Hermanos.

Se imaginan el primero que voltea la cara al paria… solo para encontrarse con los ojos de Jesús? Cómo debió sentir esa mirada? No creo que fuera vergüeza, porque vergüeza en ese tiempo hubiera sido tender la mano y tocar al paria. Debió sentir por un instante todo el dolor y la compasión de Jesús por cada ser, algo que le hizo olvidar todas las máscaras, abrir los ojos del corazón, para poder ver quizá por primera vez, a los ojos y el corazón del paria, y entonces rogarle que tome un lugar en la mesa con ellos.

Qué sintieron los demás ricos al ver eso? Quizá miraron también hacia el Maestro esperando una indicación, pero Él ya la había dado a través de los suyos: “compartan todo lo que tenemos, aquí nada es de nadie, todo es de todos, todos somos una sola familia, el dolor de uno es de todos, la alegría de uno es la de todos”.

Pronto quienes sentían vergüenza mientras se justificaban en las Escrituras, eran quienes aún no querían compartir… en ese instante, el Maestro había transformado la Sociedad entera a través de un gesto (un ritual al fin y al cabo) que cambió los corazones de quienes allí estaban…

Ese sí es un MILAGRO que merece ser escrito para siempre y tomar un lugar en nuestro corazón!