Otra de las visiones que llegó en cierto momento, al tratar de explicarle algo a una amiga, fue una interpretación del Éxodo bíblico en clave de camino personal. En esta visión, el Faraón representa la cabeza (mente del ego), Moisés representa el corazón (esencia) y el Pueblo representa el cuerpo.

Moisés deja su hogar como nuestra alma deja la morada espiritual para encarnar. Queda bajo la educación o aprendizaje desde el ego y las necesidades de adaptadión y encaje con la sociedad. El ego (Faraón) esclaviza al cuerpo para satisfacer sus necesidades ficticias de aprobación, reconocimiento, vanidad, etc. Pasa por encima de las verdaderas necesidades con tal de lograr sus metas desconectadas de su propia esencia, tratando de tomar lo que necesita a través de los demás (conquistas) en lugar de tomarlo de sí mismo y de lo que puede ofrecer.

El Corazón, Moisés, se da cuenta de esto a través del sufrimiento del cuerpo (Pueblo), y le pide al Ego que lo escuche y lo libere, por el bien de todos. Moisés aprende que no es hijo del Faraón padre, sino de otro pueblo, es decir, que se desidentifica del ego para darse cuenta de que es un ser espiritual en este cuerpo humano.

Entonces sale a realizar su peregrinaje, su búsqueda de la esencia, hasta que por fin, en las cosas sencillas y desde la paz, puede encontrar la voz interna de Dios, de nuestra divinidad. Entonces regresa al Ego para contarle la verdad, pero éste no quiere perder su poder, es adicto al mundo de las sensaciones y las apariencias. Es lo que muestra la batalla de sacerdotes, cómo todo es un mundo de apariencias que no tiene fuerza ni esencia verdadera. El Corazón advierte al Ego de que el Cuerpo sufrirá enfermedades (las plagas), que es lo que pasa cuando no escuchamos las verdaderas necesidades de amor y vínculo y las reemplazamos con trivialidades: el cuerpo se enferma de diferentes maneras. Y por último, si no resolvemos, estas cargas son tomadas por nuestros descendientes (muerte de primogénitos).

En el dolor de la pérdida, el Ego cede, y el Corazón por fin puede llevar al cuerpo a un estado de conciencia coherente donde pueda sanar y prosperar. Pero el Ego de nuevo resiente la pérdida de poder y de nuevo trata de esclavizar al cuerpo a su servicio.

El corazón, para evitarlo, tendrá que pasar a través de las aguas, que representan las emociones del inconsciente: ahí está guardado todo el dolor que en la infancia generó la máscara del ego, y la liberación de ese dolor, es la que destruye dicha máscara, dejando al corazón en la necesidad de encontrar una nueva guía en el fuego (columna) que ha sido despertado en el cuerpo (ascensión de kundalini) para encontrar a través del propio cuerpo una indicación del camino correcto: qué se siente bien o mal, en congruencia con el Corazón.

Pero el cuerpo aún tiene muchas adicciones y ataduras de una vida al servicio del ego, y le cuesta aceptar la nueva situación… Todo un peregrinaje que dura el tiempo necesario para que todas las células del cuerpo hayan sido reemplazadas por células nuevas, totalmente desintoxicadas y purificadas de la vida anterior.

Solamente entonces, el cuerpo por fin puede sentirse maravillosamente bien, en congruencia con el Corazón, que es quien gobierna junto a una mente humilde (José), al servicio del Espíritu.

Por supuesto esto es solamente una sugerencia, una metáfora, y no pretendo afirmar ni negar este maravilloso fragmento de nuestros libros sagrados, sino enriquecerlo con una capa adicional de interpretación.