Llega su imagen cuando pregunto por mi diente roto. Me acuerdo de que el primer diente que se me quebró fue en la India…

Leo sobre las diferentes explicaciones y no me convencen. Lo invoco para que me cuente su historia.

Cuando aquel Dios lo miró y reventó su cabeza, es porque la mente humana no podía contener todo el saber que le transmitió en su mirada. Entonces su alma, que anhelaba conocimiento, pidió una cabeza que sí pudiera contenerlo y le concedieron la del elefante.

Cuando el Guerrero llega y él lo enfrenta para que no perturbase a sus padres en su gozo creativo, le clava un colmillo. Entonces ve el hacha con sangre de demonios y se da cuenta de que le faltó humildad para reconocer la importancia y urgencia del mensaje del Guerrero.

Pone todo su conocimiento en el colmillo y se lo arranca prometiendo nunca más volver a dañar, recordatorio del dolor que puede causar creyéndose poseedor de la verdad sin aplicar la compasión que da sabiduría.

Además, se ofrece a acompañar al Guerrero (ahora debilitado) para enfrentar a los demonios, a los que una vez vencidos les ofrece alimento «condimentado» con polvo de su colmillo, con entendimiento más allá de la mente para que puedan despertar.

Usa la trompa para escribir el conocimiento. Pero la condición es que tiene que memorizarlo y asimilarlo todo antes de escribirlo, para poder transmitirlo de una forma que pueda ser asimilado por la mente humana, lleno de compasión. Así es como libera a los humanos de los demonios, llenándolos de Luz y Amor.

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Me recuerda mucho la visión de la corona de espinas del Cristo: la corona de la mente, sin compasión, se seca y pincha. Así la sangre derramada riega la corona para florecer de nuevo. Cuando la mente se desconecta del corazón, se seca de nuevo y produce un dolor que despierta de nuevo la compasión; de lo contrario generará más dolor y más dificultad para ver más allá de la propia verdad.